Terrible decepción 1: no sé si de verdad la gente puede ser tan relajada que en ocasiones tanto aliviane parece valemadrismo e incluso cinismo y con sonrisa de oreja a oreja –o descaro– dice que se vuela trabajos ajenos.
Quizá soy yo la azotada, ñoña, comprometida… Pero así soy y no hago cosas pinchurrientas, antes, prefiero dejar o reconocer que no puedo ni me gusta lo que esté realizando.
Así pasó y esa personita a quien consideré mi amiga, hoy tristemente la desconozco. Ella dice que ‘nuestra amistad’ sigue intacta, lo cual es falso, ya que ella no fue honesta –y yo fui una brutísima, aunque de todo se aprende– cuando solicitó mi ayuda.
Por otra parte, decepción 2, 15 días atrás entendí que ni todo el cariño o fe que le tienes a alguien es suficiente para permanecer ahí con él/ella.
Las personas son cínicas. Lo notas y sus palabras te confirman que así circulan sin pena ni gloria. Pero ya comprobarlo, híjoles… Es, no sé, como ¿echarle limón a la herida? Y ya cuando arde cabrón, pues no hay mal/dolor que dure cien años ni quien lo aguante.
Sucedió que no sabía cómo decirle a alguien qué no siento ni quiero, que fue un madrazo demasiado estremecedor verle; que soy leal y comprometida, no pendeja; que en mi lógica no cabe eso de ‘pegame, pero no me dejes’… Esto me ayudo, je:
Creo que estas decepciones son necesarias. Al menos a mí me han servido ambas para descubrir que puedo y quiero mejorar en muchos aspectos. En las dos situaciones noté que fue complejo decir NO y YA NO; quería escupir un montón de palabras atoradas en mi garganta y de todo mi cuerpo sacar sensaciones raras.
Lo hice como pude y ¿el resultado? Aah, más de lo que esperé. Entre esos resultados, está la buena nueva de que he encontrado un trabajo relacionado con las letras, aunque un tanto ajeno a lo que he venido haciendo. Me incorporo a un ámbito que desconozco, una oportunidad tan inmediata –mas no sencilla– que no puedo botar nomás así, porque a pesar de la desilusión –breve, al fin y al cabo– aún tengo fe y quiero creer.