jueves, 21 de enero de 2010

Hoy no quiero ponerle título

¿Regresar o no? ¿Desaparecer este espacio o continuarlo? Me he cuestionado esto desde hace siete meses.

Es que, la verdad, cuando no tienes acceso a internet en el trabajo, lo último en que piensas –al menos yo– es llegar a casa y postear.

Hoy depuraba mi carpeta laboral y encontré ‘retacitos’de buenas intenciones que quería dejar acá… En fin, también me movió el gusano, de no abandonar este lugar, el reencuentro con famosísimo bloguero.

Ajá, resulta que el miércoles vi al Ganso en la glorieta de Insurgentes. Trabajamos cerca y pues total, hacemos de año y medio que no nos veíamos, fuimos por un chocolate y un capuchino mientras hacíamos un recuento de la mala racha laboral y los amores fallidos, ¡aaarg!

El Ganso preguntó que por qué de plano ya no escribo y le dije que mis letras reflejan mi estado de ánimo, que como a veces estoy emo, pues mejor no y él dijo que no importa, los mejores posts a veces se escriben así.

Ya pronto vendrán más novedades, mientras uno de los tantos retazos que se me ocurrió cuando no corrijo las líneas que ya he memorizado “Sutanito tal, al que pertenece el código de cliente (…)”.


BUEN FIN DE SEMANA




Deja vu

Pensó: ‘Esto ya lo viví antes, esto ya lo había pasado’ y tuvo la sensación de que la escena se repetía aunque con un personaje distinto –mientras en el fondo de la taza la cajeta le daba sabor y aroma deliciosos a su capuccino– hace ya tiempo.

No le gusta la lluvia, qué fastidio los zapatos húmedos y el cabello al natural. Por eso y otras razones, prefiere el calor. Pero este fin de semana le tocó lluvia, cantos de Hare Krishnas y la alarma/sirena de los bomberos cuando conversaba con él (un extraño en gustos, aficiones y preferencias tan sui generis y sofisticadas) en un local del centro histórico.

‘¡Qué interesante y agradable!’,’soy prácticamente una desconocida, por qué me lo dice’, ‘ahora entiendo y no eres raro, sólo diferente’, concluía al escuchar el sin fin de anécdotas de él, aunque en su mente seguía la repetición constante ‘Esto ya lo viví antes, esto ya lo había pasado’, ¿en dónde, en dónde rayos y con quién?

Se miraban con atención, aunque a veces las miradas se desviaban a las esferas plateadas que colgaban del techo.

– ¡Qué esfuerzo y flojera colocar todas! Hubiera contrastado más con la pared su fueran rojas– dijo ella.
– ¡Sí, claro con escarcha y luces ya para navidad! – aunque absurda la sugerencia y con sarcasmo, ambos rieron.

Continuó el interrogatorio, las conversaciones… Tres meses más: música, libros, el perro, la nostalgia; sin café.

Sobrevino la confusión: la convivencia, quizá se gusten, harían linda pareja –pero él tiene novia–, no es normal cómo se miran y tocan. Al calor de las copas un beso, después la distancia, la indiferencia. Sucede.

Reconciliación

Más besos, lo inesperado y la cruda moral de él que ella al mirarla con frialdad, pensó “es tu problema, no mío” y le dijo “No sé qué decir… Pero, bueno tan amigos como siempre. Me quedo con lo bonito que durante estos meses aprendí; estoy conciente de qué pasó. Nunca pensé que sucedería (…).”

FIN

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