sábado, 20 de junio de 2009

Dos semanas después...

(frase telenovelezca)

Uuuy no, aún no llego a ser chica Maxim y la operación denominada -por mi querida Niña Toluca- “Pontemamacita”va.

Ayer me tocó la ‘bicicleta de los castigados’. Es decir, la del instructor porque llegué cinco minutos tarde y ¡oh sorpresa! Mucha gente amaneció de buenas y quiso ser delgada.

Se ve raro desde las alturas; hay que ser un ejemplo mientras pedaleas, así que ni te pares y sé fuerte. Resiste. Si duele (¿aguántate?) está funcionando, jaja.

Dos semanas después…

Ya no tengo trabajo (vaya no al menos el último que tenía con jefa Lata). Pero sí uno más académico que acepté luego de negociaciones, je, que mejor dicho, parecieron ruegos/plegarias/suplicas e incluye algo así como un VTP no muy lejos.

Serán pocos días, espero, si encuentro a las personas con quienes conversaré. Sino a buscar e investigar que este proyecto debe estar resuelto así de ay bárbaro, qué bruto, en tres semanas.

Estoy harto emocionada pues el lugar al que voy hace como 19 años que lo pisé por última vez. Iba con mi papá y creo comimos tacos de carnitas. ¡Vaya, quién diría que ahora, andaré por trabajo periodístico!

Tengo muchas expectativas. No sé qué tan bueno sea eso ni me importa. Lo que quiero decir es que, a mí me agrada hablar con la gente con el propósito de indagar, obtener información y datos interesantes sobre tal o cual tema, me gusta la calidez humana y que las personas te den su confianza mientras les escuchas.

Eso me ha sucedido varias veces –umm, si les contara–. Por ejemplo, ¿recuerdan al Ingeniero Olea, el señor de daba el reporte vial desde el helicóptero cuando aún existía Monitor con Gutiérrez Vivó?

Pues con él hablé para mi abandonado reportaje de titulación. Como en ese tiempo ya no volaba, quedamos de encontrarnos luego de la conferencia mañanera del Peje, en las oficinas del GDF.

Por comodidad para ambos, fuimos a su casa. Tuvimos una plática realmente exquisita. Me interesaba conocer la trayectoria del Ingeniero así como los inicios del reporte vial en la ciudad de México.

No sólo de eso supe, sino también de la vida personal, académica y familiar de ese amable señor, que si fue en la primaria con el ex procurador Bátiz, de cómo ayudó en el temblor de 1985, de cuál es la percepción de otros compañeros reporteros y al final, sin esperarlo ni pedirlo, el Ingeniero Olea me mostró objetos muy personales, fotos de sus hijas… ¡Increíble! Y eso, eso sólo se agradece y guarda en la memoria.

Además, su esposa fue tan amable que incluso luego terminamos la conversa los tres.

Algo así, semejante, es lo que quiero hallar, aunque me dijeron que puede haber uno que otro roce burocrático y sobre todo local/costumbrista, porque en provincia –y todavía más en mi destino– la gente conserva ideas muy arraigadas.

No obstante, eso no me desanima. Creo, más bien, que es cuestión de tolerancia y respeto. No iré a cambiar e imponer ideas. Voy a escuchar, buscar, observar, convivir e incluso a hacer ejercicio –porque no pienso, ni aun lejos, olvidarme de las calorías y el sudor, jaja. Sé que hay un parque cerca en el cual correré, mínimo –. No es vanidad, hasta mi médico reconoce el esfuerzo y ya para que el –alemán especialito- lo diga, ufff.

Ya regreso…

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