En este pueblo todo está cerca. Puedes llegar caminando a la placita, a la presidencia municipal, a las escuelas, al parque para correr. El lugar más lejos quizá esté a media hora –caminando –.
He bebido mucho café (de distintos tipos), a todas horas, mientras acá el tiempo transcurre lento, lento…
Ayer, cené unas bolitas de masa llamadas ‘corundas’. Las cubren con salsa roja, picosísima, y crema. Tenía la sensación de que comía chicharrones con chile, jaja.
La familia que me acoge –sobre todo Doña Hilda– quiere que me sienta como en mi casa; que tome lo que guste de la cocina, que caliente lo que se me antoje y como en esas estamos, igual ayer por la mañana, desperté con un hambre terrible.
Menú: mi chocolate-café orgánico que usualmente desayuno (sí, lo cargué); sopa de fideo, tres tortillas y una torta de pollo con mole verde. Digo, ¿han escuchado aquel dicho “desayuna como rey, come como príncipe y cena como mendigo”? Pues, aquí aplica y eso de ponerme diva con ‘mis colaciones’ es casa ajena ni al caso.
Hablé con mi mamá, por teléfono, y entre que cómo estoy, que qué tal el trabajo, que mi sobrina no recuerda a la ‘tía culeca’, etcétera, Doña progenitora dijo “por favor, no comas mucho…”, jajaja. Ay, madre, no en vano le doy 10 vueltas a una canchotota de fut, aunque ya parezco perrito con la lengua de fuera.
He escuchado conversaciones –ajenas– de todo tipo. Unas que dan para nototas de política y seguridad y con fuentes veraces; hasta pensé escribir una para un blog al que mi Ganso friend me invitó. Pero, por mi integridad, mejor no.
Permanezco acá una semana más. ¿Saben? Lo freak de la provincia es que todo lo cierran muy temprano, se duermen igual (nomás el sol les deja de iluminar y ya). Eso sí, la gente es muy amable y cuando menciono a la UNAM, uufff, si es orgullo para ellos, imaginen para mí.