Ambos eran estudiantes, ella en la Facultad de Odontología y él en la de Filosofía. Cuando el maestro chiapaneco llegó a la capital no supo en dónde localizar a su eterno amor, así que esperaba en la parada del tranvía, al norte del Defé, por si de casualidad veía a su novia.
Un día de tremenda llovizna, él le envió un telegrama que decía “está lloviendo a cantaros como tú en mi corazón”.
Cursi, pensarán algunos. Nada sublime y ordinario, opinarán otros. pero ¿qué hombre de nuestra época dice ahora algo semejante? ¡Ninguno! Si no lo piensa no lo dice por temor, así que mucho menos lo escribe. No queremos un Sabines II, no lo habrá, con ese tono y cadencia que nos deleita cuando escuchamos Los amorosos o Yo no lo sé de cierto; la nostalgia y los suspiros –en lo personal las ganas de llorar– que genera No es que muera de amor y la razón que tiene en su alabanza a las mujeres de la vida galante en Canonicemos a las putas.
Quizá, luego de terminar una relación en vez de mentar madres y repartir chingados a diestra y siniestra o llorar, podríamos rezar Espero curarme de ti, para completarlo con Si sobrevives, éste es genial, breve:
Si sobrevives, si persistes, canta,
sueña, emborráchate.
Es el tiempo del frío: ama,
apresúrate. El viento de las horas
barre las calles, los caminos.
Los árboles esperan: tú no esperes,
éste es el tiempo de vivir, el único.
He conocido pocas personas que disfrutan igual o más que yo de Sabines, que saben más sobre él y no termino de sorprenderme… ¿quién más?