jueves, 6 de noviembre de 2008

¿Casualidad o destino?

El pasado martes, poco antes de las 19:00 horas, estaba con mis papás y otros familiares en Valle de Bravo. Era un día de campo ameno, fresco.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, le pedí a uno de mis primos que camináramos, contestó que no pues estaba cansado; así que decidí andar por ahí, sola, en el campo. Tomar algunas imágenes, respirar profundo y pensar en lo que ha sido y no posible estos últimos meses de la vida.

Nunca imaginé que mientras intentaba olvidarme de todo y desconectar mi cabeza de la información, en el DF, una tragedia ocurría: el Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, junto con miembros de la dependencia que el dirigía y José Luis Santiago Vasconcelos, Secretario Técnico para la Aplicación de las Reformas de Seguridad y Justicia Penal, murieron cuando el jet en el que viajaban chocó contra un edificio y posteriormente se incendió, al cruce de la Av. Paseo de la Reforma con Periférico.

Cuando llegamos a casa de mis tíos, comencé a ver diferentes noticiarios. Emisiones gringas y hasta venezolanas ya daban cuenta de lo ocurrido en la ciudad de México; no era pues cualquier avión ni cualquier cristiano muerto.

Creo que nadie, de las personas con quienes veía la televisión, daba crédito. Dudamos y comenzaron –entre los primos y tíos– los supuestos de qué y quiénes podrían haber hecho algo así.

Yo, la verdad, les he de confesar que pensé en lo joven que era Mouriño (36 años de edad); recordé cuando en este año, él fue portada para la revista Quién, en la que entre tanta frivolidad hablaba desde el origen del titular de SEGOB hasta de su rol como padre de tres niños.

Me estremeció la noticia y en ese momento, aunque parezca increíble, le dije a mis papás “por algo, no nos fuimos hoy; ya ven por qué nos quedamos”. Sí porque nuestra visita a Valle de Bravo era relámpago; habíamos planeado regresar el martes.

La hora en que hubiéramos pasado por donde el lugar del accidente, era la hora en que esto sucedió.

Sin embargo, el martes por la mañana cuando mi mamá llevaba bolsas y mi maletita al carro, mi papá hizo un gesto de cuan a gusto estaban tanto él como mi sobrina jugando con los perros, así que mejor nos quedamos.

La noche del martes, luego de que Marcelo Ebrard dio a conocer los nombres de las personas que viajaban en el jet, me hizo ruido uno de estos: Norma Angélica Díaz, ‘jefa de información’, según dijo el Jefe de Gobierno de la ciudad.

Ayer muy temprano, el Secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, en conferencia de prensa, reiteró los nombres de quienes fallecieron y nuevamente el de esta chica. Entonces le dije a mi mamá “yo la conocí. No maches, má, nadie merece morir así”.
Mi madre pensó que yo bromeaba, respondió
–no creo, igual la confundes–
–Sí la conocí. Estoy segura, ella trabaja con Miguel el que fue mi jefe en Gober– contesté estremecida.

Efectivamente era la misma Angélica que conocí. Bajita, con anteojos y amable que traté más o menos bien cuando intenté hacer mi servicio social en esa dependencia.

La recuerdo en los pasillos o cuando me dio la bienvenida e igual cuando la vi después, al visitar a Miguel.

No sé qué decir, qué más expresar a todas y cada unas de las personas víctimas del accidente, a aquellas que transitaban a pie y en sus vehículos por ahí, a ellas sin deberla ni temerla estaban quizá en el momento incorrecto y lugar erroneo.

He leído en algunos blogs, que ni si quiera vale la pena mencionar, líneas de indiferencia, con el argumento de la política nacional es detestable que psss ya qué más da la muerte de uno otro.

Ésta apatía e indiferencia es igual o peor de detestable y nos debería de avergonzar.

En otras páginas se afirman hechos que ni siquiera nos constan,
un asesinato ; con todo el respeto que este ‘periodista’ merece, aun cuando su hipótesis sea cierta y los mexicanos no somos tontos, y estamos hartos de que nos den atole con el dedo, tal afirmación no se hace sin pruebas suficientes.

Si lo que intentó decir es que tras el choque, Juan Camilo Mouriño murió, pues entonces hasta la cabeza de la nota está mal, porque un accidente no asesina ¿o sí?

Un periodista/reportero no emite juicios ni posturas aunque las tenga. Nuestro deber –sí, me considero y soy periodista– informa, transmite lo que ve y escucha. No distorsiona y antes de aseverar un hecho o dar la nota, nuestra tarea es confirmar al100 por ciento que lo que escribimos o decimos es cierto. Es el lector, el televidente o radioescucha quien a través de la información tomará una postura y forjará su propia opinión.

4 comentarios:

Luna Nueva dijo...

Si fue una noticia muy impactante por quien era y la manera en que ocurrieron las cosas, pero bueno hay gente q tiene mas visceras que emociones, en fin, Q.E.P.D.

repta dijo...

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Miss Pinky dijo...

yo pienso igual que tu, que a nadie le pega que muriera gente?? no importa quien, es una muerte horrorosa y nadie la merece!!
chale

Karina dijo...

Reyna:
Mmmm, que visceras y emociones no es lo mismo?

Pinky:
Parece que no les pega, no les duele; y lo único que generan estos hechos son discursos políticos baratos que intentan distraer a la gente.

Besos a ambas, niñas MCG.