Ayer, mi papá habló con su hermano Rogelio. Mis hermanos y yo queremos al tío tanto como a mi padre.
No recuerdo cuántos años lleva mi tío en el norte (EUA). Tenía dos empleos, allá, pero se enfermó y ahora sólo es lava platos. Sí, mi tío se fue de mojado pues, y es uno de los casi 9.9 millones de mexicanos que viven ilegalmente en territorio gringo. Es un hombre que cruzó, según sé, la frontera por el desierto, en la noche para llegar a Pennsylvania.
Allá lo esperaría uno de sus hijos, mi primo Rogelio, quien también se fue re chamaco (no tenía ni 20 años de edad) hacia los United States con el propósito de ayudar a sus padres y mandar dólares para que sus hermanas estudiaran –cosa que no ocurrió, pero ese no es tema de este post–.
Antes de partir, mi tío nos dijo “no quiero que dejen de venir a Santo Tomás nomás porque yo ya no esté, hijas. Esta es su casa, vengan a ver a su primas, a su tía y aquí se quedan. No me vayan a hacer agüelo antes de que regrese…”. Todavía lo recuerdo, él no quería llorar, mas sus ojitos claros comenzaron a ponerse rojos, chillamos y moqueamos con él; nos despedimos.
Nos hemos distanciado ¿más? Sí, más. Porque los chismes y mal entendidos van y vienen. No obstante quiero y admiro a los Rogelios, al tío y al primo, éste que ya echó raíces por allá. Se casó con una güera, Kelly –jaja, quien me quiere por un mensaje que le envié, pffff, hace algunas navidades y casi lloró– y tienen una hermosa niña trigueña, Serena.
Tengo otros primos, en realidad son un montón, que andan regados-establecidos en Estados Unidos; un nómada (Fernando).
Alejandro, hijo de una hermana de mi jefe, está en Phoenix y le hago burla porque tiene look de AB Quintanilla, jojo. El canijo terminó de estudiar, es contador, pero nomás de caprichito se fue, no regresa porque sabe que la pasadita está difícil.
Leo, Eber y Maricruz están, creo, en Los Ángeles. Son hermanos y se echan la mano. Mari tiene un hijo que nació allá, entonces cuando quisieron venir a México a visitar a los abuelos fue un lío sacar al chamaco de SU País.
Total que vinieron y regresaron a Gringoulandia. Leo se fue por que tiene un morro y en su municipio mexiquense el empleo que tenía no daba mucho, y Eber trabaja un chingooo –sí, la verdad es así–, pa’mandar papelitos verdes (o ‘socorros’ dice su mom).
Este no es el blog de las dedicatorias de mi querida Guri, ni le hago la competencia a la argentina ¡che! Es, pues, sólo un ¿tributo? para los que quiero, quienes pasaron y pasan por lo que Chambao bien describe en la letra. Es quizá una buena analogía del fenómeno que ocurre acá, en América Latina; allá en Europa, África… y en todo el mundo.